Remontarme al 2006 y revivir mi amanecer ese 25 de diciembre corriendo por las escaleras de mi hogar como si fuera una rampa, llegando a la sala y viendo el tradicional árbol de navidad con muchos regalos,
correr y buscar el que tenia mi nombre y abrirlo a las millas con tanta ilusión. Esperando que ahí este el crucero de Barbies que deseaba, los zapatos o alguna libreta que me llenaba de emoción para ese entonces.
Uff que recuerdo, me sacude los sentimientos aún. Al pasar los años, la ilusión sigue intacta y la emoción de recibir un regalo siempre me llena el corazón de alegría. Pero debo mencionar, que al continuar los años y crecer un poco más los regalos van cambiando y el significado de este también.
Me continúo remontando a al 2006, pero ahora con 27 años recuerdo otras cosas… recuerdo a mis padres tomando fotos y emocionados al verme reír, recuerdo a mis hermanos jugar conmigo, recuerdo a mi tío llegar y decir “LLEGUÉ, recuerdo a mis abuelos traer desayuno o esperarnos en sus casas con los brazos abiertos, recuerdo abrazar a mis primos y tíos.
Pero sobre todo recuerdo estar sentada en la mesa con toda mi familia y mi padre elevando una oración al cielo agradeciéndole a Dios por la familia, por la salud y por la vida. WOW como lo recuerdo, y es ahí cuando se hace tan tangible el mejor regalo, Dios nos ha dado el mejor regalo. Nos ha dado vida y salvación, que valiosa es y me llena de tanta ilusión. Que de la misma manera que corría por las escaleras de mi casa, corro a los pies de Cristo para agradecerle por el gran regalo que es la familia, la salvación y el amor.

Escrito Por:
Yarelis Pagan, MSW
Coordinadora de KZ Charity Mission
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