Mientras transcurre nuestras vidas, estamos en constante aprendizaje y crecimiento, tener la
experiencia y el valor de alguien que ha vivido un poco más que nosotros, nos alumbra el
camino. Y mucho más si fue nuestra madre, ella nos brinda conocimientos, valores y experiencias, queda de nosotros cuales aplicamos y cuales mejoramos para nuestro bien El caminar de la vida trae su retos y desafíos, en nuestro diario vivir Dios nos premia con una madre para ser nuestra luz, guía, aliento y apoyo incondicional en cada paso que damos. Ellas conocen nuestros gestos, humores, caracteres y cada expresión que hacemos, no se les escapa nada. Y cuando pensamos que hemos logrado esconderle o zafarnos de algo… ellas ya lo saben.
Si me pausara a contar todas las experiencias que he compartido con mi madre, nunca
terminaría. Hay de todas, de esas que reímos hasta al amanecer, están las que lloramos sin
parar, las de los días de tiendas, las de ir juntas a la iglesia, las de hablar y hablar hasta ya no
tener más que decir. También están la de los días que nos peleamos por algún desacuerdo, o
simplemente porque sí.
Compartir años y experiencias con mi madre, para mi es un regalo de Dios inigualable… Les
cuento cada año se celebra en día de la madre y cada familia a su manera lo celebra. En mi casa
acostumbramos a realizar un desayuno épico…
Hemos hecho desayunos donde nos vestimos de mozos y le servimos la comida, le hemos hecho serenatas antes de bajar de su cuarto, le hemos escrito carteles enormes con mensajes de amor, nos hemos disfrazado, cantado y echo espectáculos. Solo para hacerla feliz, celebrar ese día al año no recompensa todo lo que nuestras madres hacen por nosotros. Por eso no solamente ese día, sino cada día de nuestras vidas debemos agradecerles, amarlas y regalarle todo el amor posible.
Yarelis Pagan, MSW
Coordinadora de KZ Charity Mission
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